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miércoles, 8 de agosto de 2012

EL ACANTILADO




Cuenta la leyenda que en lo más profundo del océano yace latente el cuerpo del joven
Tomai.
Descansa en paz esperando que una bella dama le despierte de su letargo y lo traiga de nuevo al mundo de los vivos.



Un día Tomai acabo pronto de sus tareas y decidió sentarse a orillas del acantilado a descansar y leer su libro de historias, se descalzó para sentir el frio de la hierba entre los dedos.
Echando el libro a un lado, decidió recostarse sobre su espalda a admirar el intenso azul del cielo que a esa hora de la tarde se empezaba a ensombrecer de manera sutil.
De repente sintió un escalofrío y una profunda sensación de vacío. Con un estremecimiento que lo dejo abrazado a sus rodillas, percibió como unos dedos suaves le acariciaban el rostro.
Tomai dejo por un instante de respirar y con el miedo aterido a sus huesos vislumbro como la brizna de hierba que tenía delante se encogía y se vencía como si alguien se hubiera sentado encima.

Escucho un sollozo y se atrevió a preguntar a la nada:
-¿Quien eres? Dijo con un hilo de voz que le salía de lo más profundo de su ser.
El fantasma no emitió ningún sonido, Tomai solo sintió otra vez como le acariciaban el rostro y creyó oler un sutil aroma a rosas rojas.
De pronto cayó la noche sobre el acantilado, dando la sensación de haber pasado tres horas en tan solo 5 segundos.
El frio sorprendió a Tomai que no sabía lo que tenía que hacer. Su cuerpo le chillaba que huyera lo más rápido de allí, sin mirar atrás. Pero algo en su corazón le hacía permanecer sentado a la espera de alguna señal.
Comenzó a llover, unas gotas calientes con un fuerte aroma a rosas mojaban el cuerpo de Tomai dejándolo con una extraña sensación de ingravidez  y totalmente relajado.
Una vez más unos fantasmales dedos lamian su rostro esta vez con más fuerza, haciendo que la cabeza de Tomai se echara hacia atrás, colocándose así con la mirada fija en el cielo añil oscuro que empezaba a preñarse de estrellas.
Sintió como esos dedos pasaban a ser unas manos que le sujetaban el rostro, obligandolo a mantener la cabeza erguida, esas manos se posaron en su pecho transmitiendo frio y dolor al cuerpo del joven Tomai.
En el cielo empezó a vislumbrar retazos de una vida que no le pertenecía, ¿en el cielo o en su mente?
No lo sabía, solo sentía que debía seguir con la mirada alzada al techo del mundo, admirando lo que parecía ser una agoniosa y dolorosa película.
Una preciosa joven de cabellos oscuros como la noche se mecía en un viejo columpio, en un jardín abandonado donde hermosas rosas rojas crecían sin orden ni control, de pronto la joven rozaba con sus pies descalzos el suelo para frenar así el vaivén del columpio.
De pie cerca de las rosas sacaba un negro puñal de la manga de su vestido, el acero brillaba entre las flores con una belleza admirable.
Tomai que no daba crédito a sus ojos, no podía averiguar lo que en esta historia pintada en el cielo, estaba a punto de suceder.
Con su delicada mano blanquecina, la joven,  ladeo el grueso de su melena a un lado dejando al descubierto la belleza de su pálido cuello, con un lento movimiento de la otra mano, paso rozando el cuello con el puñal, dejando tras de sí un reguero de sangre roja y brillante como las rosas del jardín.
Tomai levanto sus manos queriendo coger a la muchacha y detener asi aquella barbaridad y solo entonces se acordó que lo vislumbraba en el cielo, como si de una película se tratase.

La joven retrocedió unos pasos dejando caer el puñal ensangrentado a un lado y tumbándose en el suelo miro a Tomai desde el mismo cielo, mientras de su cuello manaba un ligero torrente de rojo liquido.
Tomai solo podía ver sin hacer nada como la muchacha moría lentamente, hasta que al final cerró los ojos para no abrirlos nunca mas...
 De repente la imagen de la joven se evaporo del cielo añil, apagando las estrellas y dando paso a un azul más claro.
El aire se cargo de perfume de rosas y la hierba donde el espectro permanecía sentado se torno roja como la sangre del cuello de la bella dama.
Tomai sintió un impulso y se puso de pie, tan solo quería escapar y anhelaba terriblemente la libertad como si por unas horas hubiera estado privado de ella, echo a correr y sin saber porque se lanzo al acantilado manteniendo en sus ojos la imagen del puñal abriendo lentamente el cuello de la joven.


 Eli´12

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