Quiéreme así en silencio y despacito,
quiéreme con calma, tranquilo,
que nada perturbe nuestro sueño.
Quiéreme lento, alargando tus caricias sobre mi cuerpo.
Quiéreme aún cuando no estés a mi lado,
cierra los ojos siénteme y entonces quiéreme
donde quiera que estés.
Quiéreme cuando me abrazas,
cuando me envuelves entre tus brazos
y se disuelven mis penas en agua dulce.
Quiéreme cuando me llenas las piernas de besos,
besos que aletean nerviosos
y se cuelan por mis pliegues adentrándose en mis carnes,
refugiándose del frío.
Quiéreme cuando Yo te quiero cerquita de tu oído,
cuando te susurro y el eco de mis palabras
se queda a vivir en tu alma.
Quiéreme cuando el sueño nos sorprende
y nos descubre abrazados,
con las manos entrelazadas
y nos lleva bajo su manto.
Quiéreme en esos días cuando Yo no me quiero
porque no me encuentro, porque no me hallo
en ningún sitio y busco el refugio en tu pecho
y el calor de tus manos.
Tu solo quiéreme
que yo también te quiero.
ELI,16
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