a colecciono como las piedras que encuentro cuando paseo por el bosque.
A veces buscan salida y se agolpan en mi cabeza y me duele y me aprieto y
entonces lloro.
Lloro por ti y por mi, lloro por todo y por nada en concreto,
que no soporta el temblor de la tierra.
A veces solo es que me duele el peso de esta coraza que me aprieta el pecho.
A veces no quiero ser fuerte, no quiero resistir ni ser adulta,
quiero llorar como una niña y que me sostengan en brazos,
quiero que me acunen y me susurren que todo pasará
aunque ese todo no sea nada, aunque solo sea una pequeña grieta por
la que se escapa el miedo al futuro, el miedo a lo incierto.
…y es que el miedo es traicionero, el miedo ha hecho daño y lo sigue haciendo
cuando se afinca en mi pecho y me muerde despacio.
Ese mismo miedo que se difumina cuando me duermo en tus brazos,
que se escapa desarmado cuando me besas.
A veces nuestra parte a adulto se tambalea y ya no tenemos quien nos
limpie las lagrimas en un pañuelo y has de levantarte y buscarte en los bolsillos
una sonrisa que aunque de principio, suene forzada, al final anida y se crece
y todo lo envuelve,
pero mientras llega te sientes atenazada y vulnerable y mil miedos se cuelan
por tus cimientos.
ELI,16
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