senderos oscuros donde el sol no brillaba,
donde las aguas hediondas del pantano
engullían mis pensamientos.
Crucé un bosque tenebroso
donde la noche era dueña y señora,
bosque donde el negro cubría los arboles
y el suelo.
Bosque donde cada paso era imposible,
donde mis piernas pesaban,
donde mi mente se colapsaba
y caminaba en circulos, perdida y aterrada.
Caminé mil años sin sus días
tan solo en sus noches.
Caminé pensando que no existía la luz del sol,
que el mundo estaba muerto y solo yo quedaba.
…y Así caminé y caminé hasta que un día
te encontré o me encontraste
o el destino nos puso delante.
Caminé entonces hacia la luz de tus ojos
que alumbraban mi sendero.
A golpe de piano invocaba el aire fresco que
comenzaba a correr y a silbar por las copas de los árboles.
Me liberaba del hedor del pantano,
y de las noches interminables
mientras mi cuerpo desnudaba para sentir
tus manos, para reavivar mi piel que yacía muerta.
Me liberaba de los miedos y del negro
que cubría mis días
mientras me enseñabas quien era Yo.
Me liberaba de todo, despacio y consciente
mientras me mecía en tus brazos,
mientras nuestros pulsos se acompasaban.
… y así renací un día a tu lado,
volví de donde nunca debí marcharme,
que es del mismo fondo de mí misma.
Volví a escucharme a mimarme y a cumplirme
mis deseos y todo eso gracias a ti,
a ese bosque que me enseñaste un día
bosque que se quedará guardado en mi mente
donde me aporta la calma en los días de tormenta.
ELI,15
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