Con el frío mis encantos se congelan
y me vuelvo una frágil muñeca de hielo.
Me envuelvo en escarcha y me quedo
esperando la cálida primavera,
suplicando al Dios del tiempo
que no se retrase,
que muero de frío sola en mi cueva.
Me abrazo las rodillas y lloro
y destruyo mi alma y me destrozo
la carne...
Retuerzo mis penas y me ahogo con ellas
dejando que apenas me llegue el aire para vivir.
Quiero salir, correr y saltar...
dejar mi cuerpo caer por el precipicio
y jugar a que vuelo, a que soy libélula
de colores que elige huir del frío.
De repente una luz irrumpe en mis tinieblas,
tu mano se acerca a mi piel y te miro a los ojos
y solo veo calor.
Me abrazas y el hielo de mi cuerpo se funde
lentamente.
Ya no me da miedo el frío invierno.
Ya no me hurgo las heridas
y sanan solas al amparo de tus labios
que se apiadan de ellas.
Ahora solo quiero acercarme a tu alma
y resguardarme del frío en tus brazos,
ahora solo quiero que esa luz me inunde
y me arrastre a la eterna primavera.
Eli,14
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